jueves, 6 de septiembre de 2007

Yo hago de público... Y vos?


Siempre me llamó la atención la gente que va a los programas de televisión. A veces a la hora que la mayoría trabaja, otras cuando esa mayoría duerme. El caso es que siempre están. Pero el otro día, gracias a un viaje en colectivo, me tocó escuchar algo que echó un poco de luz sobre esta cuestión. El tema fue así.
Salía yo de la facultad para volver a mi casa. Voy a la parada del colectivo que he tomado durante los últimos diez años. Subo como siempre y me dirijo hacia los asientos de atrás. Costumbre mía ir a sentarme a los últimos asientos. Creo que son los más cómodos para dormir. Pero hete aquí que esta vuelta el colectivo llevaba un grupo de amigos. Esas personas que viajan todas juntas conversando cuestiones propias y riéndose un rato. Eran más de diez. Todos en el fondo. Por lo que sin querer queriendo, me tocó ser testigo de una conversación bastante extraña para quien les habla.
Resulta que mi atención apuntó a estos chicos cuando conversaban de los boliches a los que podían entrar gratis. Comencé a recordar otros tiempos. Y mientras recordaba, escucho a uno que le dice a otro: “Todo bien, pero tu hermano gana más de quinientos pesos, pedile la plata prestada a él. Nosotros cobramos todos quinientos”. Por lo que deduje que trabajarían todos juntos. Cuestión por demás cierta, pero ese no era el punto, sino cuál era ese trabajo. “Hay que quejarse con el sindicato”, gritó uno. Estos amigos eran compañeros de laburo. Y todos viajaban hacia su lugar de trabajo. ¿De qué trabajaban? Casi me olvido lo más importante. Eran extras de televisión.
Nunca antes había visto un grupo de extras fuera de un set de televisión. Entonces comencé a ver de qué hablaban y a dónde iban a trabajar. Para mi sorpresa, la conversación giraba en torno a los últimos y los próximos trabajos. Resulta que el día anterior habían participado de un reconocido programa cuyo conductor supo ser saxofonista de una gran banda de nuestra música local. Pero cómo, ¿no era que a esa tribuna iba gente que pasaba en algún momento a retirar una entrada por algún lugar? Parece que no era tan así. Pero mi sorpresa fue mayor cuando nombraron su próximo trabajo. Como bien dicen nuestros medios, iban a “la casa más famosa del país”. “Sí, pero a mi esta vez me toca estar adentro”, dijo uno. “Nosotros vamos a estar afuera, gritando un poco cuando salga alguno. Para eso nos pagan, no?”, respondió otro. Una gran duda se apoderó de mi pensar. ¿Entonces todos esos públicos que uno ve en televisión están compuestos por extras?
Mi conclusión fue que no. Pero seguramente una gran parte de esas personas sí son extras. Actores que mientras esperan su momento, van de set en set tratando de figurar. Ya estaba cerca de bajar en mi parada, cuando comprendí que el simulacro era total. No se trataba de personas que iban a la tele porque no tenían nada que hacer. O de públicos cautivos que hacían lo que la pantalla pedía. No, nada de eso. Eran extras. Eran actores. Y ahí recordé lo que una vez alguien me dijo, “no seas ingenuo, en la tele está todo guionado, absolutamente todo guionado”.

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